Papá, mamá y todos los hermanitos habían ido a ver la comedia; Anita y su padrino quedaron solos en casa. Y el padrino propuso crear su propio teatro. Unos libros acomodados eran bastidores, y una caja vieja representaba una habitación. Miraron en la caja de los juguetes. Una cabeza de pipa, y un guante sin pareja; ganaron los papeles de padre e hija. Un chaleco viejo seria el galán y una bota del cascanueces, el pretendiente intempestivo, a quien la señorita no puede sufrir.
El padrino cogió un periódico, hizo como que leía en alta voz: -El Cabeza de Pipa y la buena cabeza. Comedia de familia, en un acto. Reparto: Señor Cabeza de Pipa, el padre. Señorita Guante, la hija. Señor Chaleco, el enamorado. Señor de la Bota, pretendiente-.
Y, ¡Se levanta el telón!. Todos los personajes están en escena.
El padre Cabeza de Pipa: -¡Tonterías!. ¡Soy el padre de mi hija!. El Señor de la Bota es persona muy distinguida, tafilete por encima y espuelas abajo. Se casará con mi hija-.
El Chaleco: -Soy una persona intachable, y la bondad cuenta mucho. Soy de seda auténtica y llevo cordones-.
-Deberían hablar en verso, quedaría más bonito –dijo Anita-.
Srta. Guante: -Antes quedar solterona que casarme con esta persona-
El Chaleco: -¡Me empujan a una acción extrema!, si usted es Cabeza de Pipa, yo soy la buena cabeza-. ¡Paf! ¡Desaparecido, el señor Chaleco agarró al viejo Cabeza de Pipa y se lo metió en el bolsillo. Y el Chaleco dice: -Ahora lo tengo en el bolsillo. No saldrá de él hasta que me prometa unirme a su hija-.
Ahora contesta el viejo Cabeza de Pipa: -A pesar de ser todo oído, mi buen humor se ha perdido. ¡Ay! nunca me sentí tan infeliz como aquí. Vuélveme a la luz, y al instante te casaré con mi hijita Guante-.
Los enamorados se arrodillan; se celebra la boda y los muebles cantan a coro. Gracias, público amado. La comedia ha terminado. Y todos a aplaudir.
-¿Crees que nuestra comedia es tan buena como la que han visto los otros en el teatro de verdad?- pregunta Anita.
-¡Mucho mejor!, es más corta, no ha costado un céntimo, y nos ha ayudado a esperar la hora de la merienda- dijo el padrino.
Hans Christian Andersen