
Erase una vez un cuervo, el de más negro plumaje, que habitaba en el bosque y que tenía cierta fama de vanidoso. Se encontraba muy contento sobre las ramas de un árbol, saboreando un queso que había robado al ama de la casita blanca cruzando el campo.
Todo esto fue visto por una astuta zorra, que llevaba bastante tiempo sin comer y mientras veía al cuervo disfrutar, pensaba: -Ay, si yo pudiera a mi vez robar a ese ladrón!-. Así que se dirigió a él con esa intención: -Buenos días, señor cuervo-. El cuervo callaba. Miró hacia abajo y contempló a la zorra, amable y sonriente. -Tenga usted buenos días -repitió aquella, comenzando a adularle de esta manera: -Vaya, que está usted bien elegante con tan bello plumaje!-. Sigue leyendo →